lunes, 10 de marzo de 2014

¡El horror de la masacre en el Río Táchira!


Silbidos irrumpieron abruptamente en el ambiente tenso de la frontera colombo-venezolana, a la altura de Boconó, en Cúcuta. Fue como el estruendo de una trompeta desafinada anunciando el paso, en carne y hueso, de la muerte.

La caravana de hombres alertaba el tránsito, desde el vecino país hasta tierras cucuteñas, de cinco cuerpos baleados y hallados en fosas comunes. Sobre sus hombros cargaba la masacre. A la intemperie iba esta caravana del dolor, que en  improvisadas camillas fabricadas con palos y con algunas de sus camisasm cargaba a las víctimas del sangriento hecho.

Era una especie de rito sepulcral de antaño al que recurrieron parientes y amigos de los fallecidos, para evitar que las autoridades venezolanas exhumaran los cuerpos y los obligaran a cumplir una engorrosa tramitología para repatriar a los occisos.

Nadie impidió el improvisado cortejo fúnebre. Ni la Guardia Nacional Bolivariana ni los policías colombianos. Nadie se opuso y, de hecho, ninguna autoridad hizo mucho.

Los jóvenes asesinados estaban desaparecidos desde el pasado viernes y, hasta ayer, luego de una incansable búsqueda, fueron hallados por sus dolientes en una zona apartada. Tenebrosa. Peligrosa por el movimiento sigiloso de los asesinos.

“Los sujetos, al parecer, eran Urabeños”, manifiesta uno de los allegados de las víctimas fatales, citando las palabras de una persona que pudo salvarse del masivo homicidio.

El sobreviviente relató  a los familiares de los muertos que estuvo con los cinco jóvenes pescando en el río Táchira cuando, de la nada, aparecieron pistoleros. Estos últimos los acusaron de cometer un robo.

Tras los señalamientos, los movilizaron a pie hasta el territorio venezolano.

“Nos entregaron unas palas y nos obligaron a hacer unos huecos (...),  nos amarraron las manos (...) y comenzaron a disparar”, añadió el testigo.

Primero mataron y enterraron a Rubén Hernández, Luis Flórez y Héctor Gómez. Cuando le iba a tocar el turno al segundo trío, ‘El Tío’, como es conocido el sobreviviente, aprovechó un descuido para escapar.

“Le dije a Mario Enrique Santamaría que se fuera conmigo, pero dijo que no. Que estaba pidiéndole perdón a Dios porque iba a morir. Luego escapé”, habría contado quien logró salvarse de milagro.

Mario y Fabián Nieto fueron baleados y enterrados en otra fosa, mientras que ‘El Tío’ llegó el sábado, a las 11 de la mañana, a la ciudadela La Libertad “para revelar el crudo horror vivido y esconderse” para siempre de las manos de quienes pretendieron matarlo, dijeron allegados al caso cerca del río.

Con sus ojos inundados de lágrimas siguieron las pisadas de la caravana. Los cinco cadáveres finalmente pasaron de Ureña, Venezuela, a Boconó, Cúcuta, a donde llegaron miembros del CTI para inspeccionarlos e iniciar las investigaciones. Ahora sí, hoy, posiblemente podrán retirar legalmente los cuerpos de la morgue de Medicina Legal. Ya no cargados con palos, ni a pie. En un carro fúnebre con rumbo a otorgarles la cristiana sepultura que estos seres humanos se merecen.

¿Quiénes eran los cinco hombres asesinados?

Los parientes y amigos de los hombres asesinados el fin de semana negaron que estos tuvieran algún tipo de amenazas y, además, desmintieron tajantemente que hubieran participado en el robo del que fueron señalados antes de sus muertes.

-Rubén Darío Hernández Jaime, de 23 años, vivía en el barrio La Esmeralda, ciudadela La Libertad. Era padre de una niña de dos años. Trabajaba en construcción, pero actualmente estaba desempleado.

- Mario Enrique Santamaría Galvis, de 26 años, recientemente había hecho un curso de cocina. El próximo 24 de marzo iría a prestar su servicio militar obligatorio. Meses atrás había laborado en construcción. Sin embargo, no estaba trabajando. Vivía en el barrio Aguascalientes.

- Héctor Julio Gómez Leal, de 31 años, residía en el barrio La Esmeralda. Era padre de un niño de 7 años y su compañera sentimental se encuentra embarazada. Se desempeñaba como albañil.

-Fabián Nieto Corredor, de 21 años, trabajaba en un almacén de calzado, pero había pedido 10 días de permiso para diligenciar unos documentos que le permitieran ingresar al Inpec.

- Luis Ángel Flórez Rincón, de 20 años. Era carpintero. Hacía ocho días se había cortado un dedo y se encontraba incapacitado. No tenía hijos y, según sus parientes, no estaba amenazado.


Otras masacres


Durante la época de fuerte presencia paramilitar en Norte de Santander, entre 1999 y 2006, se registraron masacres como la de este fin de semana. Hombres desaparecían, eran obligados a cavar sus propias tumbas, los asesinaban y luego quedaban en las fosas comunes.

En 2011, en Cúcuta y su área metropolitana ocurrieron tres masacres, pero sin los entierros macabros. El 31 de mayo, en Juan Frío, y el 7 de junio, en La Parada, fueron asesinadas 10 personas, cinco en cada hecho. El 18 de junio, en el barrio La esperanza, de Villa del Rosario, fueron asesinadas 4 personas y otras dos resultaron heridas.

En septiembre de ese mismo año, Henry Andrés Hernández, alias ‘Pecueca’, uno de los delincuentes más buscados en Cúcuta, fue contado entre los cinco hombres asesinados en una humilde vivienda de la calle 1 del barrio San Isidro, en Ureña, estado Táchira (Venezuela).

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