Con rastrillo, guadaña, machete y pala Francisco Suárez Albarracín hace el mantenimiento del jardín, la zona verde y la huerta de la casa natal del general Santander, hoy Monumento Nacional.
Recuerda que llegó a mediados de 1996. Es decir, hace 25 años, y desde entonces se ha encargado del mantenimiento de la casa museo que “es una construcción de unos 500 metros cuadrados de área cubierta, rodeada de bellos jardines de aproximadamente 5.000 metros cuadrados. La casa y los jardines ocupan la zona norte del Parque Grancolombiano, gran zona verde de cinco hectáreas, dando forma a una gran isla que divide la autopista que conduce de Cúcuta a la frontera con Venezuela”.
‘Pachito’ como le dicen cariñosamente había desempeñado diversos oficios mucho antes. Cuando llegó de Málaga, Santander, sin conocer a nadie, se dedicó al cultivo de tabaco, maíz y caña en la vereda ‘El Palmar’ de Villa del Rosario. Sin embargo, al regresar a su pueblo fue reclutado para pagar el servicio militar en el batallón de artillería N.1 Tarqui de Sogamoso. Y con libreta militar en mano regresó a Cúcuta donde por año y medio trabajó de vigilante en el edificio Gratamira. De allí pasó al Tejar de Pescadero donde aprendió de todo un poco y a los tres años y medio se fue a sembrar tomate y maíz a una finca en Trapiches. Y a los dos años le ofrecieron nuevamente la vigilancia en Las Palmas.
En pos de mejorar sus ingresos económicos aprendió el arte de la confección y trabajó durante once años con la firma Norimar que quedaba en el barrio Colsag. Y fue ahí precisamente que Nohora Santaella, la propietaria de la fábrica de confección, lo recomendó con su sobrina Cristina Santaella, quien era la directora de la casa museo para que le abriera las puertas.
‘Pachito’ tiene nítidos esos recuerdos y los recita como si los hubiese vivido ayer. No se detiene en halagos para todas las personas que han confiado en él y con su gorra medio terciada deja entrever las marcas de los años en su rostro.
Sus vivaces ojos se mueven al ritmo de sus manos mientras muestra el largo y ancho de esa histórica casa, convertida en museo, donde ha pasado un cuarto de siglo cuidándola y aprendiendo con esmero detalles de la vida del Hombre de las Leyes para poder orientar también al visitante.
Cada rincón, cada pasillo, cada pieza, cada árbol guarda su historia y Francisco Suárez las narra a medida que camina con mucha energía. Recuerda que cuando llegó a la casona le tocaba brillar las tabletas del piso con acpm y aserrín para que brillaran a los ojos del turista o de los estudiantes visitantes. Aprendió de memoria los nombres de las plantaciones que lo rodean: Ixoras, cayenas, alejandrías, sábilas, enredaderas, fiques, veraneras, crotos, helechos, laurel hindú, palmas reales, mangos y acacios.
Del afamado palo de tamarindo que está a la entrada de la casa otrora “lugar de esparcimiento de los diputados, donde se intercambiaban las diversas disposiciones y maniobras propias de la política y por eso se le conoce como ‘testigo mudo de la libertad’”.
Francisco considera suya la casa donde nació y vivió el general Santander hasta los 13 años y dice sentir su vibra, su presencia. Y cuando está frente a la estatua le hace la venia y empieza a imaginar esa época cuando tomó posesión de la Vicepresidencia de Colombia, el 3 de octubre de 1821, tal como reza en los grabados que descansan en las paredes.
Francisco ha tenido siete directores: Cristina Santaella, Ivón Alba Molano, Ítalo Alterio, María Teresa Vela, Jesús Alberto Rojas, Fabiola Canal y Susana Quintero. Con ellos ha visto pasar el tiempo y se ha envejecido en la que también considera su casa.
‘Lo admiramos por su entrega al trabajo’
Susana Quintero, directora de la casa museo dijo que “Francisco es extremadamente trabajador, honesto y comprometidísimo con el museo que considera su casa, donde se siente a gusto, privilegiado de trabajar allí. Y está feliz de cuidarlo. En los más de 20 años que tiene trabajando en la casa ha hecho de todo.
No solo jardinero, sino también es capaz de hacer un recorrido guiado, electricidad, en fin lo que llamamos ‘todero’. Además es un hombre con muchas capacidades y de respuesta impresionante.
Es proactivo, asertivo. A Francisco no hay que repetirle nada. Está dispuesto a resolver los problemas de manera inmediata. Esa fuerza de trabajo, ese compromiso e inteligencia han hecho que se vuelva muy importante para la casa, para todos los directores que hemos estado allí. Esa experiencia siempre será valiosa para la institución.
Es además generoso, divertido, de buen humor, le gusta reírse. Tiene buena disposición y un gran corazón”
‘Es una persona valiosa’
María Teresa Vela, quien estuvo de directora encargada en la casa museo recordó que conoce a Francisco “ desde que llegó a trabajar en el Parque Gran Colombiano, hace muchos años, cuando Corpatrimonio lo vinculó a la administración de la Casa Museo y el Parque Grancolombiano, él siempre ha estado atento y liderado el personal que trabaja en el mantenimiento de la casa y los jardines, me parece que es una persona muy valiosa que nos acoge y apoya cuando vamos a visitar o trabajar en sus espacios patrimoniales”.