Un nuevo bloqueo al puente Francisco de Paula Santander protagonizaron los pimpineros de Cúcuta.
El paso internacional sobre el río Táchira, que une a la capital de Norte de Santander con la localidad de Ureña, permaneció cerrado desde las 9:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde.
Fueron cinco horas de monumentales atascos soportados por los conductores de vehículos particulares, carga internacional, transporte público de pasajeros y motociclistas, y de incomodidades de decenas de peatones que debieron apretujarse en las barricadas para ganar la otra orilla.
Mujeres, escolares, adultos mayores, enfermos, comerciantes, empresarios y todo tipo de personas fueron sorprendidos por la protesta que alteró el orden en la frontera.
Unos 30 integrantes de Sintragasolina, pusieron lazos y se apostaron en la mitad del puente, impidiendo el paso de vehículos y peatones, permitiendo cruzar a pie al transcurrir una hora del bloqueo.
Pasajeros de los vehículos de servicio público se valieron de los mototaxistas, haciendo transbordo para llegar a Ureña. Los que venían de la localidad tachirense debieron caminar hasta el peaje para volver a embarcarse en una buseta que los trajera hasta el centro de Cúcuta.
Se quejaron al considerar que esa acción reiterada de cerrar el puente como medida de presión los perjudica, pidiendo que se busque otro mecanismo que no afecte al colectivo.
Muchas personas manifestaron que no entienden por qué los policías permanecen como simples espectadores y no impiden el cierre de la frontera, que afecta el comercio internacional, el derecho a la libre movilidad y las buenas relaciones de vecindad entre dos países hermanos.
En el tiempo que duró la protesta solo pudo cruzar un vehículo particular desde Ureña, en cuyo interior llevaban una mujer herida hacia un centro asistencial de Cúcuta.
El paso internacional sobre el río Táchira, que une a la capital de Norte de Santander con la localidad de Ureña, permaneció cerrado desde las 9:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde.
Fueron cinco horas de monumentales atascos soportados por los conductores de vehículos particulares, carga internacional, transporte público de pasajeros y motociclistas, y de incomodidades de decenas de peatones que debieron apretujarse en las barricadas para ganar la otra orilla.
Mujeres, escolares, adultos mayores, enfermos, comerciantes, empresarios y todo tipo de personas fueron sorprendidos por la protesta que alteró el orden en la frontera.
Unos 30 integrantes de Sintragasolina, pusieron lazos y se apostaron en la mitad del puente, impidiendo el paso de vehículos y peatones, permitiendo cruzar a pie al transcurrir una hora del bloqueo.
Pasajeros de los vehículos de servicio público se valieron de los mototaxistas, haciendo transbordo para llegar a Ureña. Los que venían de la localidad tachirense debieron caminar hasta el peaje para volver a embarcarse en una buseta que los trajera hasta el centro de Cúcuta.
Se quejaron al considerar que esa acción reiterada de cerrar el puente como medida de presión los perjudica, pidiendo que se busque otro mecanismo que no afecte al colectivo.
Muchas personas manifestaron que no entienden por qué los policías permanecen como simples espectadores y no impiden el cierre de la frontera, que afecta el comercio internacional, el derecho a la libre movilidad y las buenas relaciones de vecindad entre dos países hermanos.
En el tiempo que duró la protesta solo pudo cruzar un vehículo particular desde Ureña, en cuyo interior llevaban una mujer herida hacia un centro asistencial de Cúcuta.
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