Perra loca llegó al país la semana pasada. Es el último de una veintena de narcos que han regresado en recientes años. / Estos son algunos de los paramilitares que ya han quedado libres tras cumplir sus condenas de acuerdo a la Ley de Justicia y Paz.
Después de pagar cinco años en una prisión federal en Estados Unidos, la semana pasada regresó al país Héctor Restrepo. Para la mayoría de los colombianos ese hecho no tiene mayor relevancia. Sin embargo, en el mundo del crimen la llegada de alias Perra loca tiene con los pelos de punta a muchos.
Las agencias antidrogas lo consideran uno de los llamados narcos pura sangre. Aunque pagó condena por lavado de activos, sus prontuarios lo señalan de haber integrado organizaciones criminales como la temida Oficina de Envigado. También de haber sido uno de los hombres de confianza del exjefe de las AUC Vicente Castaño. Incluso en 2002 se desmovilizó al hacerse pasar como jefe del llamado bloque Suroeste. Aunque en el país la Fiscalía lo requiere por varios motivos, en diferentes sectores en Antioquia temen que Perra loca intente recuperar a sangre y fuego bienes y propiedades que muchos de sus antiguos aliados y enemigos le quitaron durante los años que estuvo en prisión. Esa posibilidad, que puede traducirse en un baño de sangre y violencia, también tiene inquietas a las autoridades.
Sin bien Perra loca es el caso más reciente, no es el único motivo por el que las autoridades están en máxima alerta y han desempolvado carpetas de temidos personajes de ingrata recordación en el país. Restrepo es el último de cerca de una veintena de los llamados narcos duros que hicieron historia en la mafia y tras pagar condenas de entre cinco y diez años de prisión han quedado libres. El Químico, el Negro Asprilla, Tornillo, Cejas, el Mocho, Camisa Roja, el Socio o Pipe Montoya son tan solo algunos de los alias de los hombres que integran esa lista.
La preocupación radica en que ya está claro que varios de ellos al regresar volvieron a delinquir. La gran mayoría hizo parte de la cúpula del otrora poderoso cartel del Norte del Valle. Así sucedió con Carlos José Robayo, alias Guacamayo, que luego de pagar seis años de prisión en Estados Unidos retornó a Colombia en 2011, y dos años después la Policía lo capturó, acusado de seis asesinatos, concierto para delinquir, tortura y porte ilegal de armas. Los investigadores lograron establecer que junto con Chicho Urdinola y Martín Bala lideró el rearme de los Machos (mercenarios del capo Diego Montoya preso en Estados Unidos), y en alianza con el Clan del Golfo intentaron recuperar el terreno perdido frente a sus archienemigos, los Rastrojos.
Esto terminó en vendettas y decenas de muertos en el Valle y occidente del país. “Junto con la Fiscalía venimos desarrollando un trabajo para identificar si estas personas reinciden, y en algunos casos ya se adelantan procesos investigativos muy serios en varias partes del país para actuar contra aquellos que han vuelto a delinquir”, afirmó el director de la Dijín, general Jorge Luis Vargas Valencia.
A esos mafiosos con ganas de recuperar lo perdido se suma otro hecho no menos inquietante. Desde el año pasado, más de un centenar de paramilitares, entre ellos una docena de sanguinarios exjefes de bloques, también han quedado libres. Esto debido a que cumplieron las penas de siete y ocho años de prisión establecidas en los acuerdos que terminaron con la entrega de los paras en 2007. El Alemán, Julián Bolívar, Diego Vecino y otros ya están en las calles. Hace poco salieron los temidos Pájaro y Botalón, que sembraron el terror en el centro del país. Y en los próximos meses se espera que salgan de la cárcel por lo menos 50 de estos paras que se sometieron a la llamada Ley de Justicia y Paz. En Meta, Magdalena Medio, Urabá y Córdoba ya algunas denuncias señalan que varios de ellos han vuelto a delinquir, algunos asociados con el Clan del Golfo.
A este panorama se suma otro elemento que también despierta inquietudes. A comienzos de enero se creó un comité encargado de elaborar la lista de militares y policías que se beneficiarían con la justicia transicional, siempre y cuando cumplan los postulados de verdad, justicia, reparación y no repetición. A los uniformados presos se les aplicará de inmediato la libertad transitoria, condicionada y anticipada, o la privación de la libertad no en un reclusorio, sino en unidad militar y policial.
Esa primera lista contiene un poco más de 150 nombres, entre los que están algunos que generan zozobra en varios sectores. Entre los posibles beneficiados de la justicia especial para la paz aparecen varios recordados por sus crímenes de guerra, entre ellos el coronel Julio César Parga, el capitán Edwin Madroñero y el mayor Juan Carlos Rodríguez. Este último, conocido con el alias de Zeus, formó parte, además, del cartel del Norte del Valle bajo órdenes de alias Don Diego. En el listado también está el coronel Bayron Carvajal, recordado por el caso del asesinato de un grupo de policías antinarcóticos en Jamundí, Valle.
No menos inquietantes también resultan para las autoridades las disidencias que han surgido del proceso de paz con las Farc. Los cálculos del gobierno estiman que un poco más de 200 guerrilleros optaron por continuar al margen de la ley con consecuencias aún inciertas.
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, este año terminan de cumplir su condena y recobran la libertad la mayoría de los integrantes de dos de los grupos de criminales más temidos de la historia reciente: los R-15 y los Calvos. Casi todos ya purgaron condenas de entre 10 y 15 años de cárcel. Los primeros, curtidos asaltantes, cometieron más de 20 cinematográficos robos de camiones blindados de transporte de valores, principalmente en el departamento del Valle. Los segundos eran una banda de secuestradores conformada en su mayoría por expolicías y exagentes del DAS y CTI, que a comienzos de la década de 2000 llevaron a cabo medio centenar de esos delitos, la mayoría en Bogotá y el centro del país.
Es claro que no se puede afirmar que todos los que han recobrado la libertad tras purgar una condena regresan a las andanzas. De hecho, algunos de los que están en estos grupos no han vuelto a delinquir. Sin embargo, la coincidencia de que justamente en 2017 la mayoría regresará a las calles no deja dormir tranquilas a las autoridades, que sospechan que esas oscuras fuerzas del pasado puedan desatar la tormenta perfecta del crimen. Su reto es evitar que esto ocurra.
Fuente: Revista Semana.com
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