Carlos Julio Socha, Alcalde de Villa del Rosario.
Tiene que estar en una dimensión desconocida o vibrar en una frecuencia indescifrable un alcalde que, además de hacer mofa de las recomendaciones de un gobernador, se jacta de que va en contravía de la sociedad y de la sensatez.
Mientras el gobernador de Norte de Santander, Édgar Jesús Díaz, prudente, sensato, racional y realista, hace un llamado para que los alcaldes eviten que en sus municipios haya comercio de pólvora durante este fin de año, un alcalde no solamente lo ridiculiza sino que hace gala de su irresponsabilidad mientras dice que como alcalde ha quemado pólvora, y “mire usted que no me he quemado…”
Díaz buscaba, y busca, lo que pretende todo el país en una lucha de años que a veces, con alcaldes como el de marras, parece infructuosa: que nunca más haya personas, en especial niños, que resulten lesionados por quemar pólvora.
La larga lista de niños con lesiones de por vida causadas por artefactos con pólvora es un rosario trágico que, algún día, deberá terminar. Desde luego, si no hay más alcaldes que midan su carácter de machos, como lo dice la campaña de televisión, demostrando que quemando pólvora no les pasa nada.
Alguien como Antanas Mockus puede ser un alcalde excéntrico si se casa, encaramados con su novia, en un par de elefantes; o puede ser extravagante si, como el cura Bernardo Hoyos en Barranquilla, acostumbra a vestir la ropa más chillona que hay en las tiendas.
Y es definitivamente irresponsable si, contra las recomendaciones del alto gobierno, de médicos, de bomberos, de la Policía, en fin, del mandato del sentido común, no solo autoriza que en su pueblo vendan pólvora, con el pretexto de que así les ayuda a algunas personas a paliar sus necesidades básicas, sino que como primera autoridad se da gusto estallando voladores…
Valiente alcalde el que tiene cierto pueblo nortesantandereano, que quema pólvora y luego, orgulloso, siente regusto al exclamar que no sufrió quemaduras. Un alcalde así no es consciente de muchas cosas, pero en especial de que carece de toda autoridad para pretender que sus conciudadanos cumplan con las leyes. ¿Por qué yo sí, y usted no?, podría preguntar el ciudadano más desprevenido ante el intento de este alcalde para que alguien bajo su autoridad cumpla una norma.
El gobernador recomendó que los alcaldes evitaran niños quemados, niños deformes por el fuego, prohibiendo los expendios de pirotecnia y por ello, como lo decían antes, un alcalde “lo mandó a freír espárragos” y no solo autorizó ventas, sino que él asumió el papel de promotor de la degustación.
Ojalá al gobernador no se le ocurra sugerir a los alcaldes que hagan todo lo posible por evitar que los automovilistas conduzcan bajo los efectos del alcohol, pues nadie querría ver al mismo o a otro alcalde conduciendo como demente un carro por las calles, con una botella de aguardiente o de whisky en la cabeza, mientras ríe y grita: “mire usted que hasta ahora no he matado a nadie…”
En Colombia, la administración pública tiene un serio problema: tiene las herramientas para hacer de los funcionarios modelos de eficiencia en cuanto a la aplicación de técnicas de administración, pero no tiene cómo enseñar sindéresis.
Por eso, tantas alcaldadas…
Mientras el gobernador de Norte de Santander, Édgar Jesús Díaz, prudente, sensato, racional y realista, hace un llamado para que los alcaldes eviten que en sus municipios haya comercio de pólvora durante este fin de año, un alcalde no solamente lo ridiculiza sino que hace gala de su irresponsabilidad mientras dice que como alcalde ha quemado pólvora, y “mire usted que no me he quemado…”
Díaz buscaba, y busca, lo que pretende todo el país en una lucha de años que a veces, con alcaldes como el de marras, parece infructuosa: que nunca más haya personas, en especial niños, que resulten lesionados por quemar pólvora.
La larga lista de niños con lesiones de por vida causadas por artefactos con pólvora es un rosario trágico que, algún día, deberá terminar. Desde luego, si no hay más alcaldes que midan su carácter de machos, como lo dice la campaña de televisión, demostrando que quemando pólvora no les pasa nada.
Alguien como Antanas Mockus puede ser un alcalde excéntrico si se casa, encaramados con su novia, en un par de elefantes; o puede ser extravagante si, como el cura Bernardo Hoyos en Barranquilla, acostumbra a vestir la ropa más chillona que hay en las tiendas.
Y es definitivamente irresponsable si, contra las recomendaciones del alto gobierno, de médicos, de bomberos, de la Policía, en fin, del mandato del sentido común, no solo autoriza que en su pueblo vendan pólvora, con el pretexto de que así les ayuda a algunas personas a paliar sus necesidades básicas, sino que como primera autoridad se da gusto estallando voladores…
Valiente alcalde el que tiene cierto pueblo nortesantandereano, que quema pólvora y luego, orgulloso, siente regusto al exclamar que no sufrió quemaduras. Un alcalde así no es consciente de muchas cosas, pero en especial de que carece de toda autoridad para pretender que sus conciudadanos cumplan con las leyes. ¿Por qué yo sí, y usted no?, podría preguntar el ciudadano más desprevenido ante el intento de este alcalde para que alguien bajo su autoridad cumpla una norma.
El gobernador recomendó que los alcaldes evitaran niños quemados, niños deformes por el fuego, prohibiendo los expendios de pirotecnia y por ello, como lo decían antes, un alcalde “lo mandó a freír espárragos” y no solo autorizó ventas, sino que él asumió el papel de promotor de la degustación.
Ojalá al gobernador no se le ocurra sugerir a los alcaldes que hagan todo lo posible por evitar que los automovilistas conduzcan bajo los efectos del alcohol, pues nadie querría ver al mismo o a otro alcalde conduciendo como demente un carro por las calles, con una botella de aguardiente o de whisky en la cabeza, mientras ríe y grita: “mire usted que hasta ahora no he matado a nadie…”
En Colombia, la administración pública tiene un serio problema: tiene las herramientas para hacer de los funcionarios modelos de eficiencia en cuanto a la aplicación de técnicas de administración, pero no tiene cómo enseñar sindéresis.
Por eso, tantas alcaldadas…
Fuente: La Opinion.com

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